SABER BEBER

(Firma: | ERNESTO S. POMBO |)

LAS COPAS de los juerguistas del fin de semana nos salen a quienes no bebemos por más de tres millones al año, euro arriba, euro abajo. Eso sólo en el material urbano de siete ciudades. Que no sabemos muy bien qué tienen que ver las papeleras y las farolas con las copas, pero que es lo que esos divertidos juerguistas, la mayoría jóvenes y adolescentes, se llevan por delante cada noche que salen de marcha a hartarse de cubalibres.


Según denunció La Voz esta misma semana, la moda ahora es irse de copas y, aprovechando la nocturnidad, cargar contra cuanto encuentras a tu paso para liberar tensiones, que nunca viene mal. Quemas un par de coches, y otro de contenedores, pateas unas papeleras y unas farolas y pintas y destrozas algún monumento que logró sobrevivir siglos, pero que a este paso no va a lograr superar la próxima década, y te vas para casa relajado y sin estrés alguno, que es lo que se busca. Después ya vendrá el ayuntamiento a reparar tus cabreos, que para eso está.


Decía Goethe que el comportamiento es un espejo en el que cada uno muestra su imagen real. Mal café debía de tener este tal Goethe porque, de ser cierta su idea, la imagen de nuestros jóvenes juerguistas resulta escandalosa y deplorable. Pero no hay más que preguntarles a sus papás para ver que no es así. Nos dirán que sus niños no andan en estas guerras y, en todo caso, que si andan, es porque necesitan de alguna manera afrontar sus frustraciones, por el mal momento que atraviesan, por las pocas perspectivas de futuro que les ofrece la sociedad.


Y así estamos. Los papás mirando a poniente y sin querer ver cómo, cada noche de copas, se nos caen las ciudades a manos de unos jóvenes juerguistas que son los mismos a los que, pasado mañana como quien dice, les vamos a encomendar llevar este país. Y que por no saber, no saben ni beber.



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